miércoles, 8 de julio de 2020

TRES POEMAS DE LA FORTALEZA DE LUISA CASTRO


 

 

 

Para que tú lo destrozaras

yo levanté este castillo.

Mis centinelas dormían

pagados por un dueño borracho.

Ahora ya nada puedes hacer,

te encuentras en el centro del laberinto

y tu única meta posible

es el extravío

o la conquista del tesoro.

Afuera el campo abierto

aún brama por ti,

pero tú ya perteneces

a este lado de la ruina.

 

 

————————————

 

 

Aprecio las huellas del tiempo en tu rostro;

sin embargo

las arrugas no hicieron de ti

un hombre mejor.

 

Con los años fue adquiriendo

musculatura el instinto

de advertir la belleza que pasa a tu lado

y perfección el arte

de convertirte en espejo.

 

Y la belleza ama su igual.

 

Sin embargo,

por encima de todo

la belleza ama su igual

y no reposa tranquila

en los brazos de quien por todo pago

le ofrece una casa llena de espejos.

 

La belleza procura la belleza,

la belleza no se ve satisfecha

con llenar de amor los días de un hombre.

La belleza no es complaciente

ni dadivosa,

la belleza no es filantrópica

ni trabaja para el inglés.

Con los años tu cara

adquirió la belleza de la sequedad y el desierto.

 

Sin embargo, tus arrugas

no acompañaron

los pliegues de la grandeza.

 

 

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Porque no hay una perfección del amor

pero sí un país donde el amante

pueda cambiar su moneda.

 

Mientras te convertías en la dulce criatura

que crecía y respiraba

más allá de mí,

tuve siempre la impresión

cuando te veía reír

en el último peldaño de la escalera

de que ya nunca nadie

aunque tú desaparecieras,

aunque tu sonrisa se borrara

y esa escalera no fuera más

que parte de un escenario

destinado a sucumbir,

podría jamás arrebatarme ese país

donde por mi propio corazón

fui sólo deslumbrada.

 

 

 

Luisa Castro

La fortaleza – Poesía reunida (1984 – 2005)

 

Visor


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