La
luz desplaza al grito. Una hoja entre los dedos. A medio hacer la voz abre su
camino entre la espesura. Clavo los dedos en la carne. Busco la luz entre la
hojarasca. Aprisiona el nudo las manos, mi cuerpo. Atisbo el centro, golpeo el
vientre con mis manos. Los puños. Los pies.
Soy
la que renace. La otra. La que está. Aquella que escinde el bosque y lo
desbroza. La que sacia el vientre muerto y a la espesura se entrega. La nieve
roja. El bostezo de unos labios limpios. Los que duelen.
Mezo
mi boca en el agua. Busco un canto al verbo que me salpica y me maldice. Un
pozo lento que me asfixia.
Entonces,
robo la miel y el fruto. Golpeo con el ansia del minúsculo dedo, del pie a
medio hacer que la luz devora. Abro un dónde. Un cobijo. Un espanto. Como un
brote o una raíz contamino mi rostro. La escarcha nace en mis ojos. Vengo del
frío.
Lourdes
de Abajo
18 días
de frío
Amargord
Ediciones
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