PENSARON que era la paciente esposa
de un
héroe. La que espera noche y día
tejiendo
y destejiendo. La que ignora
que
nunca vuelve el mismo que ha partido.
Y sólo
soy una maldita araña.
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DICEN que soy terrible y sanguinaria.
Muchos
me temen, a otros les repugno.
No
saben el dolor que me producen,
lo
desahuciada y solo que me dejan,
unas
gotas de lluvia en verano.
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SIEMPRE creí que sólo las palabras
salían
de mi boca, y que eran ellas
las que
lograban aplazar mi muerte.
Hoy sé
que de mi boca sale un hilo,
transparente
y tenaz como un insomnio,
que te
ha atado a mi vida para siempre.
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CONSTRUYO mundos más o menos claros,
más o
menos perfectos, más o menos
geométricos.
Construyo siempre mundos
dignos
de las peores pesadillas.
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LLEVO al aire las cosas que debiera
esconder,
lo más íntimo y oscuro.
No sólo
podéis verme el esqueleto,
llevo
al aire también el alma toda.
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AÚN no sé qué delito he cometido,
qué es
lo que estoy pagando en este exilio.
Sólo
recuerdo que tejí mi tela
entre
las ramas de un frondoso árbol
que se
alzaba en el centro del jardín.
Estaba
lleno de dorados frutos
y por
su tronco andaba una serpiente.
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NO sé si por maldad o por olvido
no fui
llamada al arca. El fin del mundo
duró
cuarenta días y cuarenta
noches.
Pero alguien hizo con sus manos
la
dulce balsa que evitó mi muerte.
Amalia
Bautista
Tres
deseos – poesía reunida
Renacimiento
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