martes, 15 de julio de 2025

ESCARABAJO PELOTERO DE ELADIO ORTA





*


no escribir para premios

ni medallas


(escribir para labrar

una carrera poética


es la madre de todas

las perras intenciones)


escribir para sujetar

la sombra del árbol


*


el fascismo es el desprecio

albert camus



escribir

hablar

mirar al otro

con desprecio


es fascismo


por muchas medallas al mérito

escarabajo comunista libertario

que sostenga

al que escribe

habla

o mira


*


conozco

el desprecio de las manos blancas


expertas en distorsionar

el lenguaje

conozco

la luz que arde


en el escarabajo fiambre

de los esqueletos disecados

de los pájaros


conozco

las disculpas de la mentira


en las cunetas

de las carreteras comarcales


desconozco lo que conozco


*


si empiezan

las justificaciones


a transitar por los pasillos

de las explicaciones


date una vuelta




Eladio Orta

Escarabajo pelotera


Marisma


 

lunes, 14 de julio de 2025

UN POEMA DE HIJAS DE LAS PERRAS NEGRAS DE LUISA VILLA

 





Escribiré para vengar mi raza

ANNIE ERNAUX



I


Los que se fueron dejaron las voces de sus animales

como carpas y jaulas abandonadas

por un circo llamado olvidar:


Me llama

la morrocoya con ruedas que salta entre el

hacinamiento;

el perro que sufrió por la cinta de un casete de

horror atorada en sus intestinos.


Me llama

otro perro, lleva su lomo sangrante

por la marca de hierro de las águilas crueles;

el burro, al que los invasores dieron a tragar una bomba

(aclaro, invasores y águilas crueles son sinónimos en estos

poemas;

y digo águila, porque no puedo decir ese nombre;

y escribo poemas, porque es la única forma de maldecir al

águila a la cara;

y escribo poemas, porque es la única forma de comprobar

que tengo

alas de pájaro

y no una escopeta).


Me llama

el pato, lazarillo de los muertos;

el chivo dado en sacrificio,

para no entregar a la esposa.


Me llama

el pájaro de la resistencia;

y la lechuza, reveladora de traidores y malas horas.


Me piden retornar al territorio

afuera no hay comunidad.

Debo terminar el volcán que inicié

con niños fantasmas, en mitad de la calle;

en su cráter caerán todas las injusticias y opresiones

hasta que reviente la rabia,

y con cenizas escribiré poemas

que venguen mi raza,

mi género

y mi clase.



II


En el fondo del espejo se ve el callejón de una casa,

dos niñas juegan a cubrirse con sábanas, tablas y ramas.


Las niñas crecieron rápido

y su padre metió a treinta morrocoyas, en su lugar,

excepto a una que nació sin las dos patas traseras,

amarró con alambre una tabla en la coraza

y le acomodó dos llantas de un carro de juguete.


Las más sanas cavaron y construyeron un túnel,

hasta inundar mi supuesta habitación propia;

el agua fangosa traspasó el espejo.


Las morrocoyas no son rápidas, aunque tengan llantas;

cuando son deformes no tiene barriga de tierra

ni espalda de cielo;

no llegan a tiempo para prevenir la filtración, la huida,

la injusticia…

como yo, que corro, camino,

salto y me enredo una cuerda en las patas,

y me ato al pecho una tabla, en las noches.



III


¿Cristo sana morrocoyas

y las ama a todas por igual?


Ni la carne de Cristo

ni la de las maorrocoyas deberían ser consumidas,

ambos sacrificios son inútiles;

papá no las crió para inmolarlas.


A todas nos costó asumir que el hogar de la ciudad

no era el del pueblo.

Nunca volví a jugar en un callejón.


El callejón de la casa se achicó tanto

que solo sirvió para desfiladero

de agua fangosa.


En ningún lugar del mundo volví a tener casa;

es mentira,

no se carga como caparazón.




Luisa Villa

Luisa Isabel García Meriño


Hijas de las perras negras


Presentación de Esther Ramón


Ediciones El Gallo de Oro


viernes, 11 de julio de 2025

UN FRAGMENTO DE MURAL DE MAHMUD DARWISH

 






Y se van diluyendo los sentidos, también los elementos. No

veo mi cuerpo reflejado, ni siento

lo mejor de mi muerte, ni vida primera.

Es como si yo no fuera mío. ¿Quién soy? ¿Soy acaso

el difunto o el recién nacido?




Es el momento cero. En nacer no pensé

cuando voló la muerte desde mí hacia la niebla,

no estoy vivo, ni muerto,

no existe inexistencia, ni existencia.




Me dice la enfermera: ¡Estás mejor que nunca!

Me inyecta el analgésico: Tranquilo,

verás qué sueño tienes

en un rato…




Vi a mi doctor francés

abriéndome la celda,

dándome con un palo

ayudado por dos policías.



Vi a mi padre volviendo

de la Peregrinación, desvanecido,

atacado por el sol saudí,

suplicando a los ángeles que lo rodeaban:

¡Apagad este fuego!…



Vi a unos muchachos magrebíes

jugando al fútbol

y tirándome piedras: ¡Vete con tus palabras,

déjanos a nuestra madre,

ay, padre, que eludiste la tumba!



Vi a René Char

sentado junto a Heidegger,

a dos metros de mí.

Los vi bebiendo vino,

no hablando de poesía…

Era un apasionado dialogar,

efímero mañana que esperaba.



Vi a mis tres compañeros sollozando

cosiendo mi sudario

con hilos de oro.



Vi a al-Maarri persiguiendo

a los que criticaban sus poemas:

No estoy ciego

para ver lo que ellos,

pues ver si ojos es

luz de la negación, de la locura…


Vi a un país abrazándome

con manos matinales: Huele

el aroma del pan. ¡Mira

esa flor en la acera;

la luz de tu madre

alumbra todavía,

y el saludo aún está caliente como el pan recién hecho!




Mahmud Darwish

Mural


Presentación de Pedro Martínez Montávez

Traducción de Rosa Isabel Martínez Lillo


Ediciones del oriente y del mediterráneo


jueves, 10 de julio de 2025

UN POEMA DE TERESA SOTO DE UN POEMARIO

 





[MI ABUELA TIENE LAS MANOS EN EL MISMO

SITIO QUE YO]



Mi abuela tiene las manos en el mismo sitio que yo,

al final de los brazos.

Se las mira con calma.

Tienen algunas manchas y restos de tierra.


Su falda negra forma pliegues raros, diría que vegetales,

llegan casi a tocar el suelo.

Pienso que si lo tocasen tal vez germinarían.

¡Imaginad una corregüela de pliegues negros!


¡Pliegues vegetales! ¡negros pliegues!

¡tejidos de pliegues! ¡senderos plegados!

¡creciendo en todas partes! ¡pliegues!


Los pliegues de la falda negra son un final.

Dicen en su nueva forma de corregüela negra:

Aquí termina un luto”.


La falda se aleja del suelo unos centímetros.

El luto nunca toca la tierra.

Las manos de mi abuela sí la tocan.


Desde el final del brazo tocan la tierra,

la surcan, la remueven con todos los dedos,

con todas las manchas.


Aunque tengo las manos en el mismo sitio que mi abuela,

al final de los brazos;

no puedo tocar la tierra de la misma forma,

no puedo surcarla ni removerla.


Me temo que tampoco puedo colgarme un luto

y dejarlo a unos centímetros del suelo.

No podría hacer que se quedase ahí suspendido,

ni hacerlo callar.

Mi luto se escurriría quejumbroso

queriendo embadurnar el mundo

con la punta negra de su nariz.




Teresa Soto

Un poemario


Ediciones Rialp


miércoles, 9 de julio de 2025

DOS POEMAS DE MÚSICA PARA TORPES DE LUIS MIGUEL RABANAL

 






VÉRTIGOS



Nada de nostalgias, nada de presumir

sin querer abrir los párpados

que el tiempo es un viejo camión de la limpieza

que nos traslada a un pulcrísimo paraje

donde fuimos palmariamente tan dichosos.

Luego nos dejará tirados, no lo dudes,

a la puerta del hospital

sin nombre, alguien

coloca tu cuerpo desvanecido en la camilla.

Podía haber llegado hasta aquí, por verte

desde una rendija que es una certeza,

por no ser más que tu amigo más odioso,

por lo que prefieras, anda,

te ofrezco este ramo de lirios del valle.

De noche el viento recorre con premura

el desván de nuestra casa,

se trata de vivir desalentado,

de escuchar las voces rasgadas de los niños

ahogándose de pena, desde su revelación

el mundo ha dejado de pertenecer

al tullido rey de su república.

Cuando el verano termina por abrir

sus ventanas para que la noche refresque

y confunda el deseo, acabas

tu vaso largo de vodka.

Aquel camión fantasma del principio

carga con tus huesos.

Verás que está pautado,

como si el que tiene que volver se tocara

sin ningún comedimiento el bello sexo abrupto.

Sólo unas consultas,

quién te trajo a este lugar,

quién cuidará de ti cuando no estés.



―――――――――――



CONTRA LA BURLA



Secretos que atesorar bajo el sopor

de la almohada, cocos relumbrones y mixtos.

Más allá del azar, cuando se han superado

ya los años horribles y cuelgan las babas

de la boca y estudian tu creatinina otra vez,

más allá del azar

se esconden el pícaro que atenaza tu pecho

con punzones oxidados y diversos productos.

No supervisan ahora tu sudor, concibes

un mundo de posologías y callejas,

añoras el sueño donde se representa para ti

solamente la muerte.

La casa está en silencio

y el silencio es una aterida luz que no tocas,

alguien, bajo tu ventana, al pasar estornuda.

Por qué tendría uno que confesar su delito

si esperar frente a ti, teñido de lóbrego,

ya es suficiente desorden.

La cama que inquieta con su olor, el vaso

de agua lejano que miras con sed,

con locura,

el escozor de tu postilla que es fuego.

Todo te ha sido entregado

por ese absurdo dios que se estremece

asiduamente, te ha sido regalado

para martirizarte con enorme tesón,

igual que un caballero se cortaría las venas.

Bien, asume tu derrota siquiera,

nos harías un favor si partieses

a la atribulada región de los hipócritas.

Nos quedaría un sabor amargo en la garganta

pero qué más da, si hasta tu aliento

se imagina en estos casos riguroso.




Luis Miguel Rabanal

Música para torpes


Baile del Sol