Vienen
otros en las venas.
Lato y
es tiempo. Pongo
a secar
la ropa. Compro
un
reloj en cada tienda
y les
saco las manillas
para
clavarme una era
en cada
poro. Se cena
tarde,
frío y con las prisas
de un
cuchillo frente a un péndulo.
En la
sangre se resuelve
el
apetito, la muerte,
la
ecuación clara del tiempo.
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Yo
también tengo mis horas
para el
hambre. El intestino
es un
calendario digno
de
atención para mi boca.
Busco
cuando estoy hambriento
y si no
puedo acechar
a nadie
me escondo tras
el
biombo del deseo,
y allí
maldigo las veces
en que
nunca tuve hambre
cuando
el tiempo era una suave
rebanada
con aceite.
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Cuando
un cuerpo dice no
se
rebelan las hormigas.
Una
marabunta explica
las
agendas, el pudor
con que
el día se retrasa,
esta
mueca de las horas
que
anticipan la derrota
del
cuerpo que se rechaza.
Para
arrasar una sombra
es
necesario vivirlas
todas,
cerrar la mandíbula
y negar
lo que se roza.
Pedro
Larrea
La
orilla libre
Ártese
quien pueda
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