EL
CUENTO MÁS TRISTE DEL MUNDO
El
narrador de esta historia
no sabe
que existe.
Ignora
que de él depende
el
presente de las criaturas,
el
pasado, el futuro incierto de los días.
El
narrador omnisciente
bien
podría ser un repugnante
insecto,
un anodino dios
que
hace deshace enreda desentraña
manipula
crea anula
este
pequeño universo que soy
que
somos que eres que son.
Tiene
el demiurgo un rostro animal,
manos
de princesa, alma de escarabajo,
voz de
narval
y un
cuerno alzándose en su hocico
donde
revolotean hastiados pájaros belicosos,
El
narrador de esta historia no sabe
que no
sé que existe.
No sabe
que no sé que existo.
No sabe
nada.
Él sólo
ordena el caos que represento
y
separa las ideas de la materia:
en la
balanza, ganan ellas.
Tiene
el demiurgo cita con el mal,
que le
espera, impaciente,
en el
bellísimo lugar convenido,
esa
esquina de la ciudad que somos,
punto
estratégico de encuentros imposibles.
Solo
quieren charlar, pasar el rato, jugar,
Llevan
a rastras toneladas de mí
de ti
de nosotros de ellos y ríen a carcajadas
en
aquella esquina
al
contemplar los restos desperdigados
como
basura limpia y ríen,
ellos
ríen a carcajadas.
No
saben que no sé
que
saben que no sé,
y río a
carcajadas.
Desperdigada
por el suelo
río y
escribo el cuento más triste del mundo.
Esther
Cabrales
Lengua
muerta
Editorial
Páramo
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