EL
PRIVILEGIO DE LOS PÁJAROS
Hay una
selva inmensa que decrece
día a
día, árbol a árbol, senda a senda.
Hay en
medio una tierra desnuda
sembrada
de heridas. Surcos violentos
en los
que se cosecha un hambre de frijoles negros.
Hay un
hombre clavado en tierra
en un
Ángelus milenario
junto a
otros hombres y otras bestias.
Hay un
estruendo de metal, hélices y motores.
Mil
trompetas de Jericó que disfrazan el aire de infierno.
Hay unos
ojos que miran al cielo
adivinando
el instante siguiente
y otros
ojos tras el punto de mira
que
apenas se desconciertan al ver el miedo,
allá
abajo, en rostros tan fieros.
Hay
después un río de muertos
que
antes eran Juan, Pedro, Sofía o Lorenzo.
Hay también
un tipo que no tiene nombre,
aunque
todos le conocemos,
que
regresa a su casa, a la familia, a los besos,
en su
avión de combate
con la
satisfacción del trabajo bien hecho.
¡Que el
viento le confunda y no tenga tregua!
Hay por
fin, otros hombres, pequeños, de humo, de tierra,
que
lloran lágrimas de lluvia y cieno
mientras
se acuerdan de sus muertos.
Mariano
Calvo Haya
El
privilegio de los pájaros
Argoma
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