Explosión
poética, descompresión del poema.
La
composición casi cuántica del verso, casi atómica,
poco
poética;
casi
cuántica, a veces cáustica.
La
lavadora no engorda y la radio no me contesta.
Nanocentrismo
empírico, nada estilístico;
la
palabra desahucio, todas las vocales onomatopéyicas
y la
energía etcétera.
Los
neutrinos atraviesan el verbo;
carnicerías
y mercados venden relámpagos apagados.
4 % de
la materia conocida conforma el universo,
sólo el
4 % nos es familiar.
Familiar
por decir algo.
Los
números primos por ser los primeros, si subo el
punto
bajo el cero.
El
microondas es nocivo para el pensamiento.
La
salud es cosa de pocos, el refrigerador no hace
escarchar
y no
congela el tiempo, envejecemos.
Morir
es natural, como la naturaleza de un caramelo.
Energía
oscura y materia oscura, eufemismo para
nombrar
lo que no sabemos.
75 % de
negritud fluctuando desconocidamente;
21 % de
oscuridad que no refleja ni emite luz.
Para
ver es necesario desenfocar la vista, para saber…
¿Quién
sabe?
Las
cucarachas, ayer llamaron a mi puerta, traían con
ellas
la verdad, pero yo estaba indispuesta.
Radioactividad
estratosférica, casi política, más bien
masiva.
Las
ondas gravitatorias se fueron a un campamento,
creían
que era de verano
pero
era un campamento frío de refugiados.
La
fuerza de algunas cosas no desgarra la realidad, no
la
atraviesa,
ni la
descompone, el cascarón no se rompe.
De
pronto la nada lo es todo, siempre lo ha sido;
la raíz
cuadrada del infinito multiplicándose
por un
cerebro impreciso.
En la
despensa todos los elementos químicos, pero
no me
sé ninguna receta.
Retroceder
en el tiempo, las manecillas del reloj se
escapan
de mis dedos.
Dedos
gordos, casi torpes, casi aletas escurridizas y
no
pueden detenerlos…
no, no
detenerlas, las manecillas.
El
ordenador habla conmigo, me da las últimas
noticias:
“En
promedio el ser humano habla consigo mismo
de
entre 600 a 1000 mil palabras por minuto”.
Sihara
Nuño
La
filtración de la luz
Chamán
Ediciones