Esta es la forma de la forma
Con ojos de ver, escribe Liliana,
y un extrañamiento me separa de esa imagen
como si no supiera, justo yo, no supiera
que pueden los ojos no ver.
Los contornos de las cosas pueden desaparecer
pero sólo cuando eso ocurre necesitas acercarte
casi pegar la nariz.
¿Cuál era el encanto de la lejanía,
ese brillo ondulante que me hacía desear?
Cuando ya no existen los bordes de las cosas
y todo es forma informe que se mueve o se queda quieta
cuando no hay manera de mirarse el fondo del ojo en el espejo
cada pelito porfiado del bigote
y en una jornada extenuante se pasan
como nada quince erratas
es momento de llanto.
Los ojos de ver se adaptan sin cálculo notorio
a la sorpresa, al cambio brusco.
Convergen los ojos de ver:
nunca replican la casita en la colina.
Yo tuve, en cambio, ojos esforzados, voluntariosos
ojos que adivinan con escasa puntería,
ojos temerosos de pelotas de cancha,
de objetos del aire, pero ojos fieles, ávidos,
ilusionados, ojos lectores que son
los más propicios para la imaginería y la supervivencia.
Cuando me dieron los ojos de ver,
lloré, y una enfermera me cortó de un grito de júbilo.
¡No se llora en el estreno de los ojos de ver!
Con el uso, con el tiempo, con las cicatrices sanas
se llora
porque los ojos de ver
tienen las mismas pesadumbres que los otros.
Aixa Rava
Godai
El libro de lo manifiesto
Ediciones Liliputienses
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