Mis dobles
Cuando era joven, las mujeres me apartaban en las fiestas
para decirme que les recordaba
a un hermano muerto, o a un antiguo amante
con pequeñas gafas redondas como las mías.
Uno yació en una bañera con las venas cortadas,
otro se fue a dar una vuelta en globo
y no se supo nada de él desde entonces.
Otro tocaba el piano de forma tan hermosa
que los extraños llamaban a su puerta
rogándole que les permitiera entrar para escucharlo.
En cuanto a mí, la última vez que alguien me vio,
estaba en el metro leyendo la Biblia,
negando con la cabeza y riéndome entre dientes.
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Para que lo sepas
Ninguno de estos bastardos acaparadores de dinero
y sus aburridas esposas, flacas como avispas,
tienen un alma que vender, Sr. Diablo.
Tendrías más suerte con sus caniches,
aunque algunos tengan mal genio
y pueden morderte los tobillos.
Sin embargo, si aún estás dispuesto,
esta pareja de ancianos vive en un ático
con vistas a la Estatua de la Libertad.
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En el confinamiento
Podría haberme vuelto loco,
si no hubiera sido por mis recuerdos,
mis compañeros de toda la vida
encerrados conmigo durante meses
deseosos de consolarme
con historias de hombres y mujeres
que se apartaron del mundo
y soportaron años de soledad
y noches oscuras del alma
creciendo en algún agujero en la pared
donde encontraron una larga paz
obedeciendo a una voz en sus cabezas
que les decía que sólo se sentaran en silencio
para que el silencio les mostrase
todo aquello que debían saber.
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El viento ha muerto
Barquito mío,
ten cuidado.
Sin
tierra a la vista.
Charles Simic
Sin tierra a la vista
Traducción de Nieves García Prados
Vaso Roto Poesía
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