ENTRE el sauce apenas rozado por las aguas y la torre amarilla, el tiempo mira al tiempo y lo devora. El río lleva lento, hacia lo lejos, imágenes sin nombre, rostros muertos, el ritual aciago del adiós. Y tú, pálida sombra, en la cruel ruina de la memoria encuentras todavía fundamento.
(Tubinga, otoño tardío, 1991)
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SE llena a veces el mundo de tristeza.
Los armarios de luna con la imagen de un niño
navegan en la noche.
El viento llora
como animal herido, solo bajo las nubes.
Los blancos lirios de la primavera
nadie podría ahora recordarlos.
Baja
tumultuoso el río
opaco de las sombras.
Piedras. Norte. Estalla
lejos la luz, muy lejos.
Andamos todavía.
(Días de invierno de 1993)
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FLOTAR en la incierta realidad del ser, tentar a ciegas lo improbable, no tener asidero en tanta sombra. Los cuerpos de los ahogados en la mar meditan boca abajo, pero no ven el fondo con los ojos vacíos. El anciano volvió con una antorcha e iluminó los barcos naufragados. Se alzó desde la noche un coro en una lengua imposible de interpretar. Ésta es la verdadera canción, pensaste, y luego te fuiste diluyendo, despacio, muy despacio, en lo no descifrable.
(Nadie)
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Y todos los poemas que he escrito vuelven a mí nocturnos.
Me revelan sus más turbios secretos.
Me conducen por lentos corredores de lenta sombra hacia qué reino oscuro por nadie conocido y cuando ya no puedo volver, me dan la clave del enigma en la pregunta misma sin respuesta que hace nacer la luz de mis pupilas ciegas.
(Centro)
José Ángel Valente
Fragmentos de un libro futuro
Galaxia Gutenberg
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