LA GUERRA Y EL MUNDO
(FRAGMENTO)
«Gentes,
el pensamiento
tallado por los siglos,
trajo Alemania.»
«Toda
llena de oro hasta las entrañas
India
os trajo regalos.»
«Glorificado seas, hombre,
por los siglos de los siglos vive y glorifícate.»
A todo
ser viviente
gloria,
gloria,
gloria.»
¡Te quedas pasmado!
Y en esto aparezco yo.
Paso con cuidado,
enorme,
torpe.
¡Qué gallardo voy,
con la más brillante
de mis almas incontables!
Paso al lado de los que felicitan,
al lado de los que festejan,
condenado,
no palpites así:
ella viene
al encuentro.
«¡Hola, mi amor!»
Acaricio cada pelo,
rizoso,
dorado.
¿Qué vientos
de que sur
hicieron ese milagro con un corazón enterrado?
Florecen tus ojos,
dos prados.
Retozo en ellos,
niño juguetón.
Alrededor,
reír.
Banderas.
Cien colores.
Pasan.
Encabritados.
Miles.
A través.
Corriendo.
En cada joven pólvora de Marinetti,
en cada anciano sabiduría de Hugo.
A una sonrisa de cien rostros le faltaría labios.
Todos
de casa
a la calle
salid.
Como pelotas de plata
de una capital a otra
lancemos la alegría,
la risa,
el son.
Y no sabes
si es aire,
es flor
o es pájaro.
Canta,
huele
y es variopinto a la vez,
pero esto
enciende las caras como hogueras
y la razón se emborracha como con vino dulce.
No sólo la gente
iluminó
la alegría en las caras:
las fieras currutacas rizaron su toisón,
ayer irritadas,
matando,
aullando,
tumbáronse a los pies.
No se concibe
que navegaron
vomitando muerte:
en las bodegas,
que ya olvidaron la pólvora,
los acorazados
traen a bahías serenas
montones brillantes de baratijas.
¿Quién teme a
las pandillas de cañones?,
¿éstos,
dóciles,
dispararon?
Ellos
ante la casa
en el prado
pacen en paz.
Miren,
no es broma,
no es risa mordaz:
en pleno día
sosegados
en pareja
los reyes pendencieros
pasean vigilados por los hayos.
¡Tierra!,
¿de dónde nos llegó tanto amor?
Imagínate:
allí,
al pie de un árbol,
han visto
a Caín
jugando al ajedrez con Jesús.
¿No lo ves?
¿Entornas los ojos, buscas?
Los ojos son dos ranuras.
Ábrelos.
Mira,
mis ojos
son puertas de un templo abiertas a todos.
¡Gentes!
Queridos,
aborrecidos,
conocidos,
desconocidos,
desfilad en tropel por estas puertas.
Él,
libre,
del cual grito, el hombre, vendrá, creedme, creed.
(1915 - 1916)
Vladimir Mayakovski
Poemas 1913 – 1916
Traducción de José Fernández Sánchez
Prólogo de León Trotsky
Visor
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