TEMPESTADE
Tras a tempestade,
as redes esténdese
como mortallas nun porto
cuxo son lembra o ouveo
dos lobos ante a tormenta.
A dor incalculable
só se pode comparar
ao volume dun océano enxordecedor
que nos fai vulnerables
a pesar do casco reforzado
dos nosos barcos.
As bágoas
escorregan polas rachas
para unirse ao sal desa marea
que devolveu cadáveres,
corpos entumecidos
e mans sen futuro
que levar á boca.
Todo queda no mar
e no mar os bosques permanecen.
Nas praias, os abrazos dos que finalmente morreron.
Todo se converte en algas,
alimento de novos soños
que se achegan á praia todas as mañas
e nos lembran que os nosos corpos non son eternos.
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TEMPESTAD
Tras la tempestad,
las redes se extienden
como mortajas en un puerto
cuyo sonido recuerda al aullido
de los lobos ante la tormenta.
El dolor incalculable
sólo se puede comparar
al volumen de un océano ensordecedor
que nos hace vulnerables
a pesar del casco reforzado
de nuestros barcos.
Las lágrimas
resbalan por las rocas
para unirse a la sal de esa manera
que devolvió cadáveres,
cuerpos entumecidos
y manos sin futuro
que llevarse a la boca.
Todo queda en el mar
y en el mar los bosques permanecen.
En las playas, los abrazos de los que finalmente murieron.
Todo se convierte en algas,
alimento de nuevos sueños
que se acercan a la playa todas las mañanas
y nos recuerdan que nuestros cuerpos no son eternos.
Montserrat Villar González
Los abrazos del mar / Os abrazos do mar
Prólogo de José León Acosta
Lastura
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