UNA
ESCENA DE
INVIERNO
Y PRIMAVERA
Los
sauces languidecen,
los
abedules se inclinan,
los
faisanes se agrupan
bajo la
nieve.
Los
peces fluyen
de lado
a lado,
con la
corriente clara,
bajo el
hielo.
El
hurón gime,
la
marmota duerme,
el búho
aguarda
en su
cálido refugio.
El
conejo salta,
el
ratón se arrastra,
el
junco se asoma
más
allá del arroyo.
La
nieve cae,
la
nutria nada,
la
perdiz llama
a lo
lejos en el bosque.
El
viajero sueña,
el
árbol helado brilla,
un
pájaro chilla
iracundo.
Las
manzanas se deshielan,
los
cuervos graznan,
las
ardillas roen
la
fruta helada.
Hasta
su madriguera
sigo
las huellas
de los
ratones que comen
la raíz
de los manzanos.
El
hacha resuena,
y
aúllan los perros
y un
tintineo
de fama
invernal.
El
cuerno del cazador
despierta
al alba
en
campo desgarrado,
y
espanta la partida.
El aire
tintineante
lleva
el eco
a la
guarida del conejo,
con
horrible estrépito.
Perfuma
el aire
y lejos
viaja,
regresando
donde
comenzó.
El
zorro inmóvil
sobre
la colina
no teme
mal
de
vientos volubles.
Pero a
sus enemigos
el
viento quedo muestra
en
nieves traicioneras
su
rastro tras de sí.
Se
funde ahora la nieve
al sol
cálido.
Los
prados fluyen,
los
arroyuelos corren.
La
primavera nace,
las
abejas vagabundean,
los
insectos zumban,
y cae
resina del árbol.
Y el
invierno acaba,
y llega
el verano.
El
carbonero
cecea
en el árbol,
la
abeja invernal
no teme
la escarcha.
El
pequeño trepador
araña
la corteza
en
busca de una lombriz
a
cualquier precio.
La
candelilla verde
ofrece
a la escena
un
lustre estival,
un
brillo cordial.
Me
fundo, fluyo,
y corro
zigzagueante,
como
nieve derretida
bajo
este sol cálido.
Henry
D. Thoreau
Poesía
completa
Traducción
de Beñat Arginzoniz
Ediciones
El Gallo de Oro
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