La
abuela se casó de negro,
los
muertos eran entonces testigos en las bodas,
los
muertos prohibían a las recién casadas
sonreír
en los retratos
y las
miraban desde el fondo de du muerte
severos
encima de las cómodas.
La abuela
yace hoy
con un
vestido blanco en su ataúd.
Hermosa
novia sola por fin blanca,
en la
muerte quizá por fin serena,
se
hermana con la lluvia
y se
redime
con su
orfandad a cuestas
de las
obligaciones con los muertos.
Del
débito de desposada se redime,
de esos
dedos esparciendo dividendos
de
rencores entre surcos,
de las
manos de hombre
que
labraban desamparo en sus costillas
y
agavillaban macilentos silencios en disputa.
Miriam
Palma Ceballos
Desnombramientos
Maclein
y Parker
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