«Ocurre
en un momento de la biografía, no siempre es pronto, no siempre tarde: ocurre
que se deja de creer en los propósitos. Sin nihilismo, sin caer en el absurdo.
Levántate, brazo, y el brazo sigue obedeciendo. Sal de la cama, cuerpo,
desayuna, métete en el metro, atraviesa el umbral de tu oficina, siéntate,
trabaja. Y el cuerpo sale de la cama, desayuna, se desplaza, trabaja. Sin duda
el cerebro también es cuerpo. El cuerpo se autoordena; hacer del entendimiento,
o de la mente o del cerebro, un personaje no es más que un modo de hablar. Se
producen propósitos y glóbulos rojos. Ahora bien, si la vida promedio de un glóbulo
rojo es de entre cien y ciento veinte días, la del propósito está por
determinarse. Nadie, en todo caso, duda de que los propósitos existen incluso
cuando se deja de creer en ellos. No es su existencia lo que se pone en
cuestión sino, vale decir, su puntería. Qué poco aciertan a menudo los propósitos.
El grado de desacierto parece estar ligado a su tamaño tanto como a su
duración. Entre lo que quisimos hacer y lo que finalmente hicimos, qué barrancos,
qué averías, qué tremenda distancia, qué insensateces».
Belén
Gopegui
Exitiríamos
el mar
Penguin
Random House
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