martes, 12 de noviembre de 2024

CONVERSACIÓN CON EL INSPECTOR FISCAL SOBRE POESÍA DE VLADIMIR MAYAKOVSKI

 



 

 

 

CONVERSACIÓN CON EL INSPECTOR FISCAL

SOBRE POESÍA

 

 

 

Ciudadano inspector:

perdone la molestia.

Gracias…

no se preocupe…

estoy bien de pie…

Vengo a tratar

de un asunto

delicado:

el sitio

del poeta

en las filas obreras.

Junto a

los que tienen

tiendas y fincas

ha sido gravado

y debo pagar.

Usted

me exige

quinientos por semestre

y veinticinco

por no declarar.

Mi trabajo

es semejante

a cualquier otro.

Mire

mis pérdidas,

los gastos

de mi producción

y cuanto se invierte

en los materiales.

Usted,

por supuesto,

sabe que es una «rima»

Si la primera línea,

pongamos,

acaba en

«atún»,

entonces

en la tercera, repitiendo las sílabas,

ponemos

algo así como

«tacatún».

Empleando su lenguaje,

la rima

es un cheque.

Cóbrese el verso alternado  

dice la disposición.

Y buscas

la calderilla de sufijos y flexiones

en la caja exigua

de las declinaciones

y conjugaciones.

Intentas meter

una palabra

en la estrofa

y como no entre

la fuerzas y se rompe.

Ciudadano inspector:

le doy mi palabra,

el poeta

paga caras las palabras.

Empleando nuestro lenguaje,

la rima

es un barril.

Un barril de dinamita.

La estrofa es la mecha.

Se consume la estrofa,

estalla la rima

y la ciudad

vuela

como un verso.

¿Dónde encontrar,

a qué precio,

rimas

que maten al primer estallido?

Quizá

sólo queden

unas cinco rimas

sin estrenar

en Venezuela.

Y me lanzo a viajar

haga frío o calor.

Me lanzo

trabado por anticipos y préstamos.

Ciudadano,

tenga en cuenta que el billete es de transbordo.

La poesía

toda

es un viaje a lo desconocido.

La poesía

es como la extracción del radio.

Un gramo de producto

por un año de trabajos.

Por una palabra

transformas

miles de toneladas

de mineral verbal.

Pero, ¡qué abrasador

es el calor de esas palabras

comparadas

con el chisporroteo

de la palabra cruda!

Esas palabras

mueven

millones de corazones

durante milenios.

Claro,

hay poetas de calidad distinta.

Algún poeta

con destreza de manos

saca

como el malabarista

el verso de la boca,

de la propia

y de la ajena.

¿Y para qué hablar

de los castrados líricos?

Pone un verso

ajeno

y es feliz.

Es

otro robo y despilfarro

entre los despilfarros que azotan al país.

Estos

versos y odas

de ahora

que son aplaudidos

a rabiar

pasarán

a la historia

como gastos accesorios

sobre lo hecho

por nosotros

por dos o tres.

Consumes

una arroba de sal

y fumas un centenar de cigarrillos

hasta

extraer

la palabra preciosa

de las profundidades artesanas

de la humanidad.

Por eso baje

la suma del impuesto.

Quite

de la imposición

la rueda de un cero.

Uno noventa

cien cigarrillos,

uno sesenta

la arroba de sal.

En su encuesta

hay un cúmulo de preguntas:

¿Ha viajado

o no ha viajado?

Y si

en los últimos 15 años

reventé

una decena de Pegasos,

¿qué?

Usted

póngase en mi caso

pregunta por criados

y bienes.

¿Y

si soy

caudillo popular

y a la vez

criado del pueblo?

La clase

se expresa

con nuestras palabras,

somos proletarios,

propulsores de la pluma.

La máquina

del alma

con los años se desgasta.

Te dicen

estás pasado,

fuera.

Cada vez amas menos,

te arriesgas menos

y el embate

del tiempo

golpea mi frente.

Llega

el más terrible de los desgastes

el desgaste

del corazón y el alma.

Y cuando

este sol,

cerdo cebado,

se levante

sobre el futuro

sin pobres ni tullidos

yo

ya

estaré podrido,

muerto en la cuneta,

junto

a una decena

de mis colegas.

Haga

mi balance mortuorio.

Afirmo,

seguro que no miento:

en medio

de los actuales

bribones y pelotilleros

seré

el único

con deudas impagables.

Nuestro deber

es tronar

como sirena de bronce

en la neblina de filisteos,

entre el bullir de tormentas.

El poeta

siempre

es deudor del universo,

paga por el dolor

intereses

y multas.

Soy

deudor

de los lampiones de Broadway,

de vosotros,

cielos de Bagdadi,

del ejército rojo,

de los cerezos de Japón

de todo

sobre lo que

no tuve tiempo de escribir.

Al cabo,

¿para qué

necesito este jaleo?

¿Para disparar rimas

y enfurecer con el ritmo?

La palabra del poeta

es su resurrección,

su inmortalidad,

ciudadano burócrata.

Dentro de siglos

en el marco de la cuartilla

cogerán el verso

y resucitarán el tiempo.

Y surgirá

este día

con inspectores fiscales

con brillo de asombros

y hedor a tinta.

Usted, habitante convencido

del presente,

saque en el Comisariado de Caminos

un billete para la eternidad,

calcule

el efecto de mis versos

y reparta

mis ganancias

en trescientos años.

Pero la fuerza del poeta

no sólo está

en que le recuerden a usted

y le dé un respingo.

No.

Hoy también

la rima del poeta

es caricia

y lema,

bayoneta

y látigo.

Ciudadano inspector,

pagaré cinco,

quitando ceros

detrás.

Yo,

por derecho,

reclamo un hueco

en las filas

de los obreros y campesinos

más pobres.

Y si

ustedes se imaginan

que mi trabajo

consiste en utilizar

palabras ajenas,

aquí tienen,

camaradas,

mi estilográfica

y escriban

ustedes,

si quieren.

 

1926

 

 

 

Vladimir Mayakovski

Poemas 1917-1930

 

Traducción de José Fernández Sánchez

 

Visor


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