TELEVISORES
Los
seres que respiran a través de la noche emiten luces
que se
agitan y arden. Son como luciérnagas catódicas,
como
estrellas blancas prácticamente muertas, y brillan
en la
oscuridad del pensamiento
como
las oraciones que juntos murmuramos, los vivos
y los
muertos, bajo las bóvedas de las catedrales y los salones
de
clase media en ocasiones especiales,
las
oraciones que regresan desde el espacio exterior:
si estáis
ahí, mandadme una
señal,
(ventanas indiscretas).
Los
seres que se ocultan en la noche tras las pantallas
de
televisión hacen vidas normales. Se aman mucho y se aman
con
desesperación, con tanta pasión que antes de morirse matan.
Son
seres que persiguen imposibles, conducen velozmente,
muchos
tienen doble personalidad o leen en las mentes
de sus
enemigos. Suelen ser ellos mismos sus enemigos
en
multitud de mundos paralelos.
De
forma inevitable todos viven o en grandes mansiones
o en
los suburbios extra-planetarios, más allá de alfa-centauro,
junto a
las viejas vías de ferrocarril.
Y todos
comen pizza. Todos. Vivan en donde vivan,
(hay
tanta vida expandiéndose infinitamente alrededor―
alejándose,
no en círculos).
Los
seres que contemplan en la noche las pantallas blancas
de
televisión no respiran. No se agitan. No arden, pero brillan.
Apenas
aman, porque su corazón se está ralentizando.
Necesitan
ahorrar energía y han aprendido a desear solamente
lo
próximo, lo incompleto, a amar en zapping y en zig-zag.
esquivando;
a tener orgasmos intermitentes e inconexos,
en
función de la publicidad.
Así
completan un libro de bitácora nutrido y adecuado
para
los mandos de su televisor, suficiente para una travesía
en pos
de lo desconocido que durará años luz. Y son felices.
Están
bien. Hay muchas rutas posibles, pero un único
sentimiento
de satisfacción, proclaman. Y eso les compensa.
Y están
bien.
Lo
estamos.
Frente
a la oscuridad del universo. Mimetizados en la luz
de las
pantallas, incorpóreos, diluidos
en el
gran vacío de esta ciudad con la que viajamos
a
través del espacio, indetectables, invisibles tras las ventanas
que
flotan, luz de la Tierra.
Luisa
Miñana
Ciudades
inteligentes
Olifante
Ediciones de Poesía
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