(A modo de epílogo)
TIEMPO VERBAL
te lo juro mi amor, una puñalada por…
Ana Pérez Cañamares (Capitalismo)
quisisteis
darle un nombre al pan
y lo
llamasteis «hambre»
de mi dijisteis:
individuo
y a mi
lengua la nombrasteis; nudo
cogisteis
una verdad con alfileres
la
vestisteis de harapos e hicisteis que bailara
en el
balcón de un edificio
al son
de los disparos
la
música es lo que no existe en vuestro alfabeto
compuesto
sólo por imágenes monocromo
y
símbolos, cuyas alegorías invitan
a
recrearnos en el contexto de una arcada
glorificasteis
la comida
y de
ese modo establecisteis el dinero:
alimento
a cambio de monedas
favores,
prestamistas
que nos
moldearon consumidos, tenues
cercano
a lo invisible
tan
distantes los unos de los otros
que
nunca reconocimos los contornos
creasteis
el fuego para amenazarnos
la
rueda para torturar
y de la
piedra concebisteis su dureza
para
oprimir la piel blanda de nuestros hijos
los
hicisteis preescolares, infantiles
cobardes
e imbéciles
amantes
del autoservicio
enganchados
a dulce azúcar digital
cuidasteis
del rebaño
marcado
de códigos de barras
como si
fuera verdaderamente vuestro
lo
llamasteis: hombres de provecho
y
aplaudisteis su melancolía en el ocaso
después,
conseguisteis excitarle
con
drogas más o manos fuertes y bacterias
para
amansarlo eternamente
saturasteis
de policías
―que no
se os olvide―
el
recinto amurallado
nos
mostrasteis implacables
las
distintas formas de sufrir
todas
ellas, a cual más espantosa
y de
aquel rosario de perlas negras
recordamos
las que llevamos todavía
incrustadas
en los ojos
que nos
impiden la mirada
y
atisbar otro horizonte
pudisteis
hacer del mundo un hábitat
salvaje
y libre
en
cambio lo ordenasteis con un abecedario
estantes
de metal
y pozos
numerados hasta el infinito
pintasteis
las cavernas
con
óxido distinto y sangre
animales,
plantas y algunos peces
también
insectos
pegados
a las paredes esperando amanecer
provocasteis
la desolación
y la
infectasteis de estériles semillas
flores
marchitadas, hojas secas
y es
así como pudimos ponerle cara al miedo
luego
vino el frío
que
atado a nuestras tripas
tiraba
de nosotras hacia abajo
para
aprisionarnos a esa misma tierra
sin
ninguna otra esperanza
más
allá de la de poder prosperar
en un
cúmulo de excremento
ubicasteis
los latidos en un mapa
los
besos hacia el norte de las brújulas
del
asfalto, hurgasteis en su alquitrán
y nos
lo disteis de comer
habéis
sido capaces de marcarnos los caminos
iluminar
la oscuridad
y
enfermarnos con vuestras direcciones
no nos
quedaría ni un precioso instante
tampoco
aliento necesario
para
unas pocas de caricias
ni
saliva suficiente
para
comernos la boca
como si
no hubiese un mañana
a
cambio tenemos armamento urgente
para
destruirnos sin piedad
y todos
los venenos imposibles
que nos
impiden mantener intacta la alegría
es
ahora
que ya
no nos queda ni una lágrima
cuando
ofrecéis ungüentos
de
todos los posibles
pústulas
y otras secreciones
para
calmar la sed
que poco
a poco nos derrite
y nos
he hecho más delgados
como el
humo de las fábricas
a las
que fuimos condenados
busco
la palabra que os defina
por
vuestros actos por vuestros crímenes
y os
maldigo
fiel a
mí, doy comienzo, al caminar
por el
último de los bosques en combustión
por las
arenas de los nuevos desiertos paso
aleteo,
pero no levanto el vuelo
en el
trozo de aire espeso
que sin
querer puedo palpar
gracias
a vosotros
―a
vuestras putas gracias―
estoy
vomitando el corazón
y por
fin
cuando
puedo escribirlo todo en un papel
este
que era yo no existe
habéis
hecho de él otro cadáver
―uno más― entre
la multitud
Gsus
Bonilla
Follar
[La
negligencia del jardinero]
―Cuadernos
de un ecosicario III―
Baile
del Sol
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