Era cuando la arena dibujaba,
puntillas en mi oído
y crecían mil grillos si escuchaba
los pasos vueltos del revés
de amaneceres combos.
Los espejos
me devolvían Meninas
si me miraba en ellos.
Vivía en eco y solo
el eco respondía.
Que vuestro dolor
era otra soga blanca
en la playa sin ruidos
y daba lo mismo
seguir que
volverse atrás;
pensaba cada tarde.
Y tú siempre conmigo
con los ojos de pozo
y los labios deshechos
pidiendo curas de besos
que no te daba,
mi niña.
Ha pasado un año,
ruedo de arena.
Ahora hago lunares,
collares de madera.
Me clavo puntas
entre la uñas
y canto a las sirenas.
Aurora Vélez
Carta corriente en cortina
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