Prestaciones
La mayor aspiración de mi familia,
de mi generación,
de mis amigos
es tener un buen empleo.
Cualquier empleo.
Una plaza fija.
Vacaciones pagadas, prestaciones, café
ilimitado, clips metálicos,
fotocopiadora en un cuarto aparte,
persianas de plástico [tiras de algo
blanco que permanece]:
qué belleza el pvc fracturado.
No podemos aspirar a más porque no
hay más.
Lo sé, lo sabe mi familia, mis
amigos, mi generación entera.
Y heme aquí, convertida en una gran
empleada,
subida en el autobús del gran sueño
de tantos,
dispuesta a gritar cuando los objetos
se acercan al borde de la mesa.
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Clase media
Nunca tuve un empleo
que amara de verdad
Un empleo con uniforme
donde me pusieran en un muro
con un cartel abajo
“Empleado del mes”
Me hubiera gustado
me hubiera gustado mucho
ser azafata, vendedora de
departamentos,
cajera de banco
empresaria
cualquier cosa vamos
que un simple flotar
de un lado a otro
sin haber formado parte de un club
un grupo de señoras en el salón de
belleza
una clase de nado
los desayunos de los martes después
de dejar a los niños en el colegio
No tuve nada de eso
pasé de un empleo a otro con prisa de
saberlo todo
y luego ir a otra parte una vez que ya
sabía
me aburrí tan espantosamente
en cada uno de ellos
ver la misma gente
la misma charla
debí haber resistido 30 años
en un espacio reducido
Pero ay
me fui
Fui la renunciadora
quería ver qué más de todo
debía haber algo mejor
quise pensar
pero no
Fuera de esos espacios reducidísimos
tampoco hubo gran cosa
una humedad de ciudad anciana
pobreza sin romanticismos
una soledad demasiado demasiado
dócil.
Brenda Ríos
Aspiraciones de la clase media
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