LA TARDE BLANCA
En el hueco de cada tronco estaba ausentado un dios.
NICHITA STANESCU
Pero,
ahora,
desde
el fondo del abismo
irrumpe
el mar
y una
luna grávida
brota
de las raíces sumergidas
como el
sueño que soñara
aquel
árbol talado
en su
locura.
El
pájaro se deslumbre y se estremece
envuelto
por el
veneno cálido de la metamorfosis
y, sin
resistencia,
se
vuelve
ave de
fragua
entre
el mirlo y el jazmín,
entre
la niebla y el clavo,
mientras
una quemadura gime en su soledad íntima.
Pero la
luna tema un vuelo eterno, en el exilio:
teme la
intención del frío
y aún
así, avanza, fascinada
sobre
el resplandor de un mar alado
como la
tarde, en su secreto,
avanza
lejos del dominio del mercurio.
El
corazón más limpio,
menos cuervo
y el
pájaro cada más llanto
se mira
el amor en la luna
y solo
se refleja el centro de sí mismo:
la voz
titilante
de un
dios
ausente
que
todavía espera una señal que desconoce.
Carmen
Sánchez de las Heras
La
intención del frío
Ril Editores
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