EL INFIERNO ACRISOL
Aún
ombligó la nana como un lagarto. Extiende las manos hacia mí y acaricia la
corteza de este árbol que haya paz en la laguna que sois. Tenemos en común los
dedos pequeños y blandos de mantequina, tenemos en común que toda palabra muy
sólida se nos babea, tenemos en común un babero de hojas perennes, pañales para
lo corpóreo, nos miramos su piel su lana o anillos concéntricos y el oro se
desparrama. Azul y amarillo se desparrama dentro de las líneas muy ordenadamente.
Hulla de oro y esparto de oro mi lengua toca la superficie del esternón, los
ojos copérnicos, grandes patas de barro fantasma yo abandoné los prados con las
flores de chupar que eran lilas y decíamos de azúcar. ¿Mi roña hereditaria
acaso queda? Trenzo lo que dejé reblandeciendo pero todo lo sé hacer de oro,
cómo comer con las encías lo que se hizo para ser diente. La vergüenza de los
alquimistas.
Andrea
Abello
Duende
Ultramarinos
Magníficas reseñas. Esta y todas las demás. Te sigo y me encanta lo que haces. Me gustaría enviarte mi último libro En el ángulo incierto del espacio. Mi correo electrónico es fstnlobato@gmail.com
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