ELEGÍA A UN CESTO DE MIMBRE
Era un
cesto de mimbre amarillo de tiempo.
Era un
cesto oloroso curtido en su tarea,
crujiente
de bonanza porque contuvo pan.
Era un
cesto de siempre,
allí,
sobre la boca de la tinaja inútil,
de la
tinaja ocre, casi miel, casi tierra;
la
tinaja deforme, panzuda, arrinconada
no sé
por qué pecado.
Era un
cesto de tardes con hora de merienda,
con
tapas de alza y sube rústicamente aladas
y, en
el puente del asa, una trenza de juncos.
Era un
cesto con huellas de manos femeninas
y de
manos de niños.
Era un
cesto impregnado de aromas de despensa,
entre
canela y nuez, entre pimienta y clavo.
Ese
aroma de antes cuando todo era nuestro
por la
casa y la sangre.
Cuando
el aceite verde se doraba en la zafra,
cuando
el vino más rojo y la más blanca harina,
cuando
cristal de azúcar, como sal de los mares,
se
quedaban al margen por lo inmenso y sencillo.
Sagradamente
al margen por la despensa en paz.
Concha
Lagos
Golpeando
el silencio
Genialogías
Ediciones
Tigres de Papel
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