VIII
Nunca
pensé que indagar tras la arruga fuera esto.
Una
niña curiosa remueve el lodazal del camposanto.
Una
niña maleducada hurga
en el
terreno de los difuntos.
Una
niña enferma zarandea una paz milenaria.
El
silencio es una calma tramposa.
El
dolor se parece a la guerra.
Mis
raíces resbaladizas saben
que
algo late sobre este jardín fúnebre.
Una
esponjosa luz blanca protagoniza la confesión:
El
dolor resucita de una flor muerta.
La flor
muerta del algodón.
IX
Vine a
Comala porque me dijeron
que el
dolor es cosa de las mujeres que me criaron.
A mí
también me mataron los murmullos,
a mí me
mató la aridez sobre la que crecen,
sin
embargo, estos frutos blancos
como si
fueran una planta del desierto.
Lo que
más me inquieta
es el
abandono fundacional que aprendieron mis
abuelas.
Vine a
Comala para dar pese a todo con el fruto.
Dolores
voltea su sangre contra el desamparo
y
tirita un murmullo que me salva:
El
dolor no es lo peor.
Nerea
Rojas
La flor
muerta del algodón
En el mar editorial
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