Soga
en las manos en la nueva ancianidad de nuestros días. Porque envejecer se ha
convertido en un tremor de arrugas. Los cordones umbilicales se han alargado.
Hemos perdido el hilo de la sangre. Ancianos descomponiéndose entre los cubos
de basura se nutren de las sobras alimentando su lento valor residual. De nada
sirve ser antecedentes de la voz de ahora. Ya perdieron su turno entre las
ramas. ¿Quién se apiadará de ellos en este relevo de la historia?, ¿quién
restaurará el tributo a su legado? Cumplieron con la burocracia de lo visible y
la autonomía de su sombra. Ya solo aguardan el retorno a su última cuna. La
carne entumecida, sin el candor de la piel de larva. Eclosión de la edad
siniestra, fervor en su breve distancia hacia el vacío.
Beatriz
Russo
La
llama inversa
Huerga
y Fierro Editores
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