lunes, 15 de agosto de 2022

TRES POEMAS DE LA BESTIA IDEAL DE ERIKA MARTÍNEZ

 

 

 

 

NEW ROMANTIC

 

 

El filósofo ama a hurtadillas al poema. El poema, a la música.

La música, a todo lo que vive

 

e incluso a lo que no, siempre que venga con su ritmo. ¿Qué

ritmo? La deejay NWRMNTC lleva puesto un implante

 

que vibra si detecta movimiento debajo de sus pies: un sismógrafo

en la epidermis. Yo estaba tratando de implantarme

 

una nueva voz cuando mi segunda persona dilató diez centímetros

y las pulsiones echaron a correr, como aquel niño

 

empeñado en vestirse de hada. Si te dieran a elegir entre el ritmo

y la razón, la razón y la verdad, la verdad y el amor,

 

qué preferirías que resucitara? Deja en paz al amor. Te he dicho

que me des esa varita.

 

 

 

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Un lingüista alemán aprende el silbo gomero para comunicarse

cuando acabe la guerra

 

con animales y marcianos. Mediante un número modesto

de sonidos, el silbo codifica un número infinito de preguntas

 

importantes. Se parece al braille, se parece al morse, se parece a

los mensajes que oye un hombre en su cabeza

 

ahora que trata de dormir. Pasivamente, el metal de un empaste

puede captar frecuencias de radio y transmitirlas

 

al nervio auditivo. El hombre sintoniza, sin saberlo, la señal de

un submarino que pasa en secreto por las islas. Dios

 

es una mujer que habla en alemán, piensa. Me habla. ¿Y cómo

va a escucharse si yo sé que no existe? Para aturdir

 

al enemigo (o sea, para enamorarlo) la operadora envía mensajes

cifrados que dicen una cosa y la contraria,

 

de forma que el submarino podría estar hundiéndose y al mismo

tiempo se eleva

 

mientras un pescador, sentado en su barquillo, seca las teclas de

una máquina rarísima

 

que vino hecha un embrollo entre las redes y trepa al mástil para

decirle a su señora, con un silbido audible desde el puerto,

 

que le lleva un regalo, que la quiere, que llega un poco tarde a la

comida.

 

 

 

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EL PUPITRE INESTABLE

DE LA CANCIÓN TRABAJADORA

 

 

Estudiar desde un pupitre inestable, sabiendo que estuviste

a punto de no hacerlo.

 

Estudiar después de clase y de la compra, pro rumba y por

fandango, al final de la Gran Fiesta.

 

Buscarle el saber a quien se arrima y a quienes hace mucho que

se fueron. Ser

 

el maldito lobo del estudio feroz, dentro del hospital y de la cama,

después de cada cementerio.

 

Encontrar delicioso el problema de estudiar y, en el mismo pupitre,

sufrirlo mientras persigues

 

un hedonismo abstracto (¡y concreto, concreto!) de lo que se

comparte, un mendrugo de amor, una ética.

 

 

 

Erika Martínez

La bestia ideal

 

Editorial Pre-Textos


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