NEW
ROMANTIC
El
filósofo ama a hurtadillas al poema. El poema, a la música.
La música,
a todo lo que vive
e incluso
a lo que no, siempre que venga con su ritmo. ¿Qué
ritmo?
La deejay NWRMNTC lleva puesto un implante
que
vibra si detecta movimiento debajo de sus pies: un sismógrafo
en la
epidermis. Yo estaba tratando de implantarme
una
nueva voz cuando mi segunda persona dilató diez centímetros
y las
pulsiones echaron a correr, como aquel niño
empeñado
en vestirse de hada. Si te dieran a elegir entre el ritmo
y la
razón, la razón y la verdad, la verdad y el amor,
qué
preferirías que resucitara? Deja en paz al amor. Te he dicho
que me
des esa varita.
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Un
lingüista alemán aprende el silbo gomero para comunicarse
cuando acabe
la guerra
con
animales y marcianos. Mediante un número modesto
de
sonidos, el silbo codifica un número infinito de preguntas
importantes.
Se parece al braille, se parece al morse, se parece a
los
mensajes que oye un hombre en su cabeza
ahora
que trata de dormir. Pasivamente, el metal de un empaste
puede
captar frecuencias de radio y transmitirlas
al
nervio auditivo. El hombre sintoniza, sin saberlo, la señal de
un
submarino que pasa en secreto por las islas. Dios
es una
mujer que habla en alemán, piensa. Me habla. ¿Y cómo
va a
escucharse si yo sé que no existe? Para aturdir
al
enemigo (o sea, para enamorarlo) la operadora envía mensajes
cifrados
que dicen una cosa y la contraria,
de
forma que el submarino podría estar hundiéndose y al mismo
tiempo
se eleva
mientras
un pescador, sentado en su barquillo, seca las teclas de
una
máquina rarísima
que
vino hecha un embrollo entre las redes y trepa al mástil para
decirle
a su señora, con un silbido audible desde el puerto,
que le
lleva un regalo, que la quiere, que llega un poco tarde a la
comida.
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EL
PUPITRE INESTABLE
DE LA
CANCIÓN TRABAJADORA
Estudiar
desde un pupitre inestable, sabiendo que estuviste
a punto
de no hacerlo.
Estudiar
después de clase y de la compra, pro rumba y por
fandango,
al final de la Gran Fiesta.
Buscarle
el saber a quien se arrima y a quienes hace mucho que
se
fueron. Ser
el
maldito lobo del estudio feroz, dentro del hospital y de la cama,
después
de cada cementerio.
Encontrar
delicioso el problema de estudiar y, en el mismo pupitre,
sufrirlo
mientras persigues
un
hedonismo abstracto (¡y concreto, concreto!) de lo que se
comparte,
un mendrugo de amor, una ética.
Erika Martínez
La
bestia ideal
Editorial
Pre-Textos
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