I
Fíjate
en ese punto oscurísimo, como sus bordes recortan el retorno y así aparece y
permanece y ha estado desde que empezaste a mirar. Concéntrate. La negrura
vibra, se vuelve audible, un susurro que aspira a la voz aunque le quede mucho
por delante antes de anegar nada con su significado; ahora mismo, para ti, el
punto negro es cualquier cosa, la cosa en sí misma y henchida de tu mirada, un
amor tiznado de instante que cesa y reinicia con el parpadeo. Atiende a los
latidos de su núcleo; en la licencia poética de lo que reside en tu interior
último se encuentra la lista completa de otros sonidos, también negros, con lo
que la diminuta anomalía impresa al blanco absoluto que te rodea se comunica
mediante una telepatía a velocidad muy por debajo de lo que puede captar el
oído. Recuerda esto último. Será un asidero para más adelante, cuando empieces
a moverte. Tu previsto desplazamiento lanzará al aire una serie de proyecciones
de tu dimensión que conformarán qué eres y, al tiempo, tu espacio, armando las
vías posibles, tu localización simultánea en cada una de ellas y tú, tú, tú,
otra vez tú, una vez más tú, tu continuidad ininterrumpida por los terrenos de
ti y de lo demás. Estarás en cada parte de lo que es y cada parte de lo que es
estará en ti.
El ensanche súbito de los lugares que
habitas da paso a un primer recuerdo; el punto oscurísimo en el que te fijas
Francisco
Jota-Pérez
Anamorfosis
(una
utopía)
Ediciones
Liliputienses
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