Tú no
eres el poeta,
tal
vez eres un cetáceo varado en la costa,
que
amontona en su estómago
bolsas
de plástico sin digerir.
Son
un recordatorio occidental de que algo va mal.
Nos
han hablado del color del ponto,
de
los cuerpos humanos como bancos de medusas,
translucidos
como
bolsas sin dueño que hemos desechado,
mirad
ahí,
cadáveres
flotando,
mordisqueados
por los peces.
Alfombra
y alimento.
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Tú no
eres el poeta pero eliges tu propia miseria.
Al
escribir sobre la muerte,
¿qué
rol asociamos al acto de matar?
La
literatura extiende su manta en el suelo:
por
la voluntad de los dioses,
por
un código medieval que prima el honor a la vida,
por
los vicios de lo moderno,
por
locura o por espejismo de claridad,
por
coartadas científicas,
esa
del gen egoísta, por ejemplo…
(¿Has
escrito por ejemplo otra vez en un poema?)
O,
quizá, por eso que llamamos evolución,
y
su selección natural que nos sirve de subterfugio
desde
que el hombre se dice hombre.
La
segadora se abanica insensiblemente a la sombra
de
amplificadores de señal gps
y
de las sombrías antenas de repetición/transmisión
y
amplificación de la muerte.
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Tú no
eres el poeta pero haces una pregunta:
los
ojos de las víctimas, ¿qué ven?
¿Sienten
retorcerse algo en el desgarro de los gritos
que
son la lengua franca de los rotos hombres,
de
las quebradas mujeres,
de
los cadáveres niños?
Los
desorbitados ojos,
¿qué
miran en el exacto instante donde el daño
impone
su feroz y cruel presencia?
¿Si
no es definitiva la agresión,
cómo
viven mañana el atentado?
¿Tienen
lo incomprensible y lo brutal interpretación posible,
respuesta
tolerante y discernida?
Los
ojos en su parpadeo que desvanece el mundo,
los
ojos, que nos esconden en un espacio negro y marginal,
¿hereda
la retina el dolor viejo,
la
antigua y remota aflicción
y
el daño que en el tiempo nos ha rendido?
¿Qué
no han visto los nebulosos ojos
de
los hombres damnificados?
Ojos,
fanales
apagados,
vecinales
ocelos,
ágrafo
banco de imágenes,
primera
memoria ignorada siempre,
condenados
a ver siempre lo mismo.
Enrique
Cabezón
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Eolas
poesía
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