CON ESTA BOCA, EN ESTE
MUNDO
No te
pronunciaré jamás, verbo sagrado,
aunque me
tiña las encías de color azul,
aunque
ponga debajo de mi lengua una pepita de oro,
aunque
derrame sobre mi corazón un caldero de estrellas
y pase
por mi frente la corriente secreta de los grandes ríos.
Tal vez
hayas huido hacia el costado de la noche del alma,
ese al
que no es posible llegar desde ninguna lámpara,
y no
hay sombra que guía mi vuelo en el umbral,
ni
memoria que venga de otro cielo para encarnar en esta dura nieve
donde sólo
se inscribe el roce de la rama y el quejido del viento-
Y ni un
solo temblor que haga sobresaltar las mudas piedras.
Hemos
hablado demasiado del silencio,
lo
hemos condecorado lo mismo que a un vigía en el arco final,
como si
en él yaciera el esplendor después de la caída,
el
triunfo del vocablo, con la lengua cortada.
¡Ah, no
se trata de la canción, tampoco del sollozo!
He dicho
ya lo amado y lo perdido,
trabé con
cada sílaba los bienes y los males que más temí perder.
A lo
largo del corredor suena, resuena la tenaz melodía,
retumban,
se propagan como el trueno
unas
pocas monedas caídas de visiones o arrebatadas a la oscuridad.
Nuestro
largo combate fue también un combate a muerte con la muerte, poesía.
Hemos
ganado. Hemos perdido,
porque
¿cómo nombrar con esta boca,
cómo
nombrar en este mundo con esta sola boca en este mundo con esta sola boca?
Olga Orozco
Poesía
completa
Adriana
Hidalgo editora