Andújar y Guerrero creen en el potencial humano para una posible transformación de la estructura y del sistema; ambos saben “que el mundo está repartido y no dividido” (49) y por ese motivo ninguno pretende con su herramienta “cambiar el mundo sino hermanarlo (…) como hermana la lectura creando una emoción y un pensamiento colectivos” (49). En este fragmento resuenan las palabras de Shorter al explicar la virtud de la improvisación en la negación de semejantes diferentes que se encuentran en el misterio de la vida. La categoría, el nombre, el relato literal, será la mayor de las trampas porque fija un sentido y un significado sofocando la potencialidad del ser y su querer decir. En un sistema capitalista que cerca espacios, personas y grupos para transformarlos, una vez delimitados, en materia especulativa de mercado, el relato del descercamiento de comunes o de la emancipación resulta peligroso porque tiene la capacidad de inspirar una resistencia ante un hecho impositivo. Andújar, Guerrero, Shorter, Gopegui, Cervantes, Mesa, Bértolo, entre otras muchas voces del panorama cultural contemporáneo, saben bien que le emancipación de esa primera persona plural depende de la interacción de todas las partes enfrentadas en un ejercicio de negociación donde el interés particular ceda ante el bien común.
Pequeño tratado de amistad – Hacia una política de respeto
Palmar Álvarez-Blanco
En complicidad con Belén Gopegui, Esther Bendahan, Sherrie Fernández Williams, Itziar Mínguez, Julia Otxoa, Nayra Sanz-Fuentes, Ellen Mayock, Marifé Bolaños, Natalia Castro Picón, Laura Corcuera y Joaquín Romano.
Otraes (in) surgentes
La Vorágine
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