En 1883 la poeta Emma Lazarus, descendiente de judíos sefardíes, compuso dos poemas que cruzan las grietas históricas entre 1492, cuando los Reyes Católicos, Isabel y Fernando, estaban dando forma al mundo moderno y el final del siglo XIX, cuando Estados Unidos surgía como una potencia industrial. En ambos periodos históricos, los judíos, fuera de España o en Rusia, eran el grupo indeseable en Europa. En el poema «1492», Lazarus dio un saludo a los inmigrantes que entraban en el Nuevo Mundo que daba la bienvenida a todos sin distinción de raza: «Hola, todos los cansados / ¡entrad aquí! / ¡Donde cae toda barrera antigua que el arte / la raza o el credo o la fila levantó, para respaldar / nefasto estandarte del odio entre corazón y corazón!». Estados Unidos, por desgracia, pronto integró los peores prejuicios del Viejo Mundo. Pero la poeta se mantuvo impertérrita por la historia. En «The New Colossus» continuó imaginando Estados Unidos como un refugio para las «masas hacinadas, anhelantes por respirar libremente», «el desgraciado rechazo de tu costa completa» y «los sin hogar, golpeados por la tempestad» que se acercan a «nuestra puerta dorada», palabras que ahora están inmortalizadas en la Estatua de la Libertad. Los políticos y los ideólogos pueden seguir apelando a las esencias nacionales basadas en etnicidades o razas imaginarias para excluir nuevos grupos de indeseables, pero al final no hay escape al hecho de que somos todos moros, de que todos somo minorías en un mundo de diversidades. Ya va siendo hora de que eliminemos al espectro del moro de nuestra conciencia y abracemos las diferencias que nos enriquecen a todos. Es mucho más sensato empezar a preparar una nueva edad dorada en la que todo ser humano sobre la tierra y toda tradición cultural se abrace con el amor y el cuidado que ahora dedicamos a las especies amenazadas por la extinción. Porque el margen entre la vida y la muerte parece haberse estrechado considerablemente en los últimos años.
Anouar Majid
Somos todos moros
Repensar la otredad en un mundo cambiante
Traducción de Jesús Ortiz
Otraes (in) surgentes
La Vorágine
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