martes, 9 de mayo de 2023

UN POEMA DE NO TODOS VOLVIMOS DE TROYA DE MARU BERNAL

 

 

 





XI

Rolando a Norte

 

EL CASO es que Nausica no apareció,

ni aquel día ni ningún otro.

Odiseo se quedó solo en la playa,

coleccionando conchas, meditando en sus cosas.

Ya no era el momento ni ocasión de construir un hogar,

buscarse una buena princesa, sentar la cabeza.

Demasiados mares, islas, antros de mala muerte.

Se lo advirtió su padre cuando dejó Ítaca con apenas veinte años,

el petate bajo el hombro, una sed insaciable

de no se sabía qué en las entrañas.

No fue falta de amor, tenía el de Penélope, el de su tierra,

un escarpado islote salpicado de cabras y algunos olivares.

Se trataba de algo más difuso e incierto que todo eso,

la acuciante necesidad de hacer y deshacer

entuertos propios y ajenos,

la nostalgia del eterno navegante,

aventurero mercenario,

líder sagaz, hábil en artimañas,

audaz en las lides del amor tanto como en la guerra,

que al fin y al cabo resultaron ser la misma empresa.

 

A Feacia había llegado ya viejo.

 

Nadar a las primeras horas del día,

sentir el sol en la calma chicha de la siesta,

escuchar las cigarras a la sombra de un algarrobo,

embriagarse en los atardeceres del vinoso ponto,

habían resultado ser algunos de los parcos,

fugaces instantes,

de auténtica felicidad.

No le quedaban fuerzas ni argumentos para volver a Ítaca,

ni mucho menos a los brazos de Penélope.

Ni siquiera sabía si seguían existiendo Ítaca y Penélope,

quizá solo se habían perpetuado en su memoria.

 

Rolaba a Norte cuando Odiseo se levantó con cuidado,

las noches en la playa entumecen el alma―.

Sin muchacha a la vista ni odre de vino añejo,

Desplegó velas, soltó la driza, se subió a la barca.

Todavía quedaban muchas islas,

esquivas diosas, arduos escollos,

elevados palacios, indómitos gigantes

y algún que otro averno por conquistar.

 

 

 

Maru Bernal

No Todos Volvimos de Troya

 

Reino de Cordelia


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