REGRESAR
FUE DISTINTO, EN CADA CASO
Los
regresos no siempre son iguales,
los hay
que son brillantes,
hay
regresos amargos
y los
hay que no son indiferentes.
Ocasiones,
regresos que partieron
del
mismo emplazamiento
para
llegar distinto a otros lugares.
Una
mañana clara de noviembre,
dos
amigos sentados a mi lado
para
iniciar la ruta de regreso (no borraré
la
imagen del cachorro
que
nuestro dos caballos arrolló…).
Subir a
la ciudad de la colina
por
calles que ascendían
e
imaginar las horas que no puedo contar
de
Angoulème a Bilbao
para
volver al punto de partida.
Vosotros
emprendisteis la ruta más al norte
que no
llegó a cumplirse, lo supe
por tu
carta a dos colores.
Saintes,
Cognac, París,
y, en
Amsterdam, el sueño
de
seguir todavía en el camino.
Eduardo
iba a irse solo,
pero se
fue contigo, Juan Antonio,
y
regresó después, al poco tiempo,
siempre
con su sonrisa sin fracasos.
Regresaste
a tu mar Mediterráneo
dejando
atrás París y sus otoños.
La ruta
en auto-stop y la frontera
tras
tres días de viaje: Montpellier,
Perpignan,
Tarrassa, Barcelona, apenas
unos
días y de nuevo el camino,
la
carretera, cerca de la costa,
al
encuentro de Juan en Almería.
Recibí
tus noticias sin tiempo a responderte.
Juan me
escribió también unas palabras
mas no
sé dónde están, las he perdido.
¿Cómo
fue que acabasteis?, y,
¿qué
pasó después?
Conservo
algunas frases
que
atestiguan apenas los regresos:
tu
carta
y tu
postal de Navidad,
felicidades,
simplemente, sin más,
felicidades.
Julián
Borao
Notas a
pie de página
Ediciones
Vitruvio
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