ENMIENDA A LA TOTALIDAD
Alguna
vez fue árbol, con profundas raíces,
otras,
sólo un vilano que, a merced de la brisa,
se
asemejaba a un nómada,
siempre
aquí, siempre allá, siempre en fuga,
incómodo
habitante de ningún lugar.
Supo
reconocerse en todos los caminos,
también
que el mundo es ancho y casi siempre ajeno.
No
atravesó montañas ni se adentró en los bosques
que,
según la leyenda, poblaron su niñez.
Su
obsesión era el mar y sentarse en la orilla
dejando
que las olas muriesen a su lado,
igual
que muere el tiempo cuando nace el amor.
Y
ahora, cuando cansado del viaje,
ve que
se acercan cúmulos y el cielo
parece
despedirse de la luz, comprende
que el
sol siempre renace desde los escombros,
por las
ennegrecidas grietas de la noche,
como si
nada hubiese sucedido.
Jenaro
Talens
La
lentitud de los crepúsculos
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de la hospitalidad
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