Sí, la nueva hora al menos es muy severa.
Porque puedo decir que
alcancé la victoria: el rechinar de dientes, los silbos del fuego, los suspiros
pestíferos se moderan. Todos los inmundos recuerdos se desvanecen. Mis últimos
pesares escapan, ―
celos de los mendigos, los bandoleros, los amigos de la muerte, los retardados
de toda especie. ―
Condenados, ¡si yo me vengase!
Hay que ser absolutamente
moderno.
Nada de cánticos: conservar
lo ganado. ¡Dura noche! La sangre reseca humea sobre mi rostro, y detrás de mí
solo tengo ese horrible y diminuto arbusto… El combate espiritual es tan brutal
como la batalla de los hombres; pero la visión de la justicia es el placer de
Dios únicamente.
Entretanto es la víspera.
Recibimos todos los influjos de vigor y de auténtica ternura. Y al llegar la
autora, armados de ardiente paciencia, entraremos en las espléndidas ciudades.
¡Qué hablaba yo de mano
amiga! Es una ventaja considerable poder reírme de los viejos amores engañosos
y cubrir de vergüenza a esas mujeres embusteras, ― he visto allá el infierno de las mujeres; ― y me será posible poseer la verdad en un alma y un cuerpo.
Arthur
Rimbaud
Una
temporada en el infierno
Versión
de Oliverio Girondo y Enrique Medina
Tres
puntos ediciones
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