siempre me tomabas las manos
con
tus manos y decías “estos dedos
son
perfectos para anillos” revolví
tus
cajones por algún
circulito
de oro con el que rodear
mis
falanges con una perla
o
alguna piedra brillosa
en un
extremo. nunca entendí
por
qué mis manos te gustaban
tanto,
mis dedos en realidad son
cortos
y gorditos, ningún anillo
me
queda bien si no que todos
me
aprietan y me dan la forma
de la
asfixia. supongo que mirabas
mis manos
blancas y sin callos:
manos
que no tuvieron que fregar
contra
una tabla de madera con agua
helada
en las piedras de un río,
manos
sin registros de sabañones manos
suaves
y sin grietas, tocás mis dedos y a través
de
tus dedos podríamos hacernos, una,
creo
que esto es lo más cerca
que
supiste darme a un abrazo y hoy
tu
corazón está fallando de tanto
odio
que se fue acumulando de tanto
odio
que más bien es amor
que
no te dejaron sacar hacia afuera, porque quién
mete
a una hija en un barco y la encomienda
a
cruzar el océano como si solo un baúl
abandonara
el continente. entonces llegaste
a ser
igual de pobre acá que allá y tan vez
hubieras
preferido morir si morir era
abrazarte
para siempre con tu mamá,
creo
nadie te preguntó por tu deseo aunque
puedas
recordar con amor los cuerpos
desintegrados
que te trajeron
hasta
acá. tu corazón está fallando
y
mientras hablás te cuesta respirar
cada
vez más la gente que te ama
porque
nació de adentro tuyo
te
quiere rodear y vos solo sabés
ser
la que siempre fuiste y gritarles no,
por
favor no vengan no,
váyanse
de mi casa
ahora
es mi turno de morir tranquila
Valeria
Mussio
Nuestros
refugios a medio armar
Ediciones
Liliputienses
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