XXVII
Todos
cargamos a la madre de manera distinta,
nos
duele la semilla en el vientre.
Nadamos
dentro de ella hasta descubrir
el azul
feroz que cautiva con su belleza,
que
luego se hizo tarde
como
toda forma de belleza.
Queda
la horma en los ojos torturando
cautiva
de su quemado idilio
y su
golpe plateado corroído por los años.
Huye la
madre y quedaremos solos
pero la
buscaremos en lo que nos disuelva:
en la
patria,
en el
trabajo
y en
todo lo que nos brinde abasto.
Pues el
vientre es aquello que nos protege
y lo que
en algún momento repudiamos
por
tener fervor de variedades infinitas,
una
inmensa colección de puentes rotos.
Gegman
Lee
Elegía a
los vencidos
Amargord
Ediciones
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