LOS
CIELOS DE ARLES
Le
sorprendieron los girasoles
amarillos
y gigantescos
su gran
corola
repleta
de miles de ojos
—pepitas
pardas—.
Ellos giran
sin romperse
y ahora
viven en mi mano
después
el solo los pulveriza.
Mis ojos
se adaptan
a la
trayectoria de los pájaros.
Pronto arrojaré
mi tristeza
a los
cielos de Arles.
Estoy
desnudo y quiero rendirme
regresar
a la tierra
donde
el cordón fue rasgado
—este
no es mi lugar—.
Van Gogh
apaga la vela
con el
dolor de su aliento.
Que los
dioses le protejan.
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EL ABRAZO
El pantano imprime universo
con altavoces de tormenta.
Asustados por el rayo
en nudo de corbata
las voces decaen.
Lo que decimos lo recoge el agua
aclimatada a los rezos invisibles
de la marea interior.
Déjame brillar
y ocuparme de ti
mecer el dolor de la hendidura
con mi vieja alma
déjame sellar
tus últimas palabras:
haiku impronunciado en la boca
y piel desnuda a la intemperie.
El abrazo
el frío definitivo.
Isabel Hualde
Caminar horas
Ediciones Eunate
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