[ ←
click!] en aquel tercer día
cuando
la revolución alcanzó su término
Aquí la anciana no dice —«he
aquí una anciana»,
el
anciano no dice —«he aquí un anciano»,
en
Sílithus el muerto no dice
—«he
aquí uno que no ha vuelto».
Nadie
dice —«he aquí un perseguido»,
no hay
nieve ni hay lluvias torrenciales
que
oculten la tumba del rebelde
—el
lobo no acorrala al cordero
y una
niña pequeña ahora juega con los dos.
Aquí el
varón no dice — «he aquí la mujer que hubimos matado»,
aquí el
hombre del norte no dice — «este es el curso del río que nosotros torcimos»,
la
piedra desechada ya ha sido recogida
y un
niño recién destetado ahora mete su mano en las perforaciones de un tanque:
útero y
ataúd descansan en las lindes del bosque.
Nadie
nos ha dicho
— «este
es el choque, este es el anzuelo con que atragantamos a vuestros padres»
—
«esta, la silla de la oficina»
—
«este, el final de su esperanza»
— «aquí
veréis ahora
toda la
dote de un mundo apagado».
Aquí
nadie dice
que quien
ha conocido el mundo ha encontrado un cadáver [Tomás]
porque
la fe resplandece en la cocina
la
esperanza reposa en un plato: [Tertuliano]
nadie
vierte en ellos el alcohol de la derrota, nadie dice
— «este
que bebemos es el alcohol de la derrota».
Aquí la
anciana no dice —«he aquí una anciana». [tabl. Enki]
Y el
anciano no dice —«he aquí un anciano».
En
Sílithus el muerto no dice — «este es uno que se ha muerto».
Un
jergón disponible.
Velas
para un extraño.
Que
desciendan, que miren, que recuerden:
aquí
masticamos el pan de las montañas
como
otros masticaron el pan de los tristes.
Ni
siquiera ahora,
con
alivio,
reconocemos
las filmaciones de córtex
cuando
en ellas depositábamos
el
reposo feliz y la dicha completa:
todo
abruma y nada dicta
lentamente
lo que quiera venir:
el
chasquido final que enraíza en las horas.
Por
todo alivio sabemos
que la
lengua
que la
lengua de Quien Miente
no les
habla ahora a nuestros hijos
y quien
hoy sujeta un arma
nada
tiene entre sus manos.
[Blyth]
Nosotras
ensanchamos el espacio de la hoguera.
Hacíamos
todo el esfuerzo posible
para no
perturbar las plegarias del viento,
la indulgencia
del suelo, el respeto a la asamblea
y ese
hilo que sin prisas nos conduce al amor.
Enrique
Falcón
Sílithus
La
Oveja Roja
No hay comentarios:
Publicar un comentario