Let cut
sweet out
the Paint out
Anne Carson
La
presión del dedo entre las cejas,
como
abrir una ventana, o un hueco,
horadar;
lo contrario al taladro en la sien
y en lo
alto de la cabeza inclinada fonta-
nella
de la cabeza deformada; ahí entre los ojos
es un
túnel fresco.
Ciudad
en la cima de un montículo
y agua
alrededor. Bicicleta.
Ascensor
de madera. Demasiado bagaje
como
para caber en él. «Lo que no puedas tirar
lo
entierras» (M. Atwood).
Dentro
de la caja del ascensor hay un lavabo sucio.
En las
escaleras hay candelabros prendidos y reliquias.
«Otros
solitarios se reconocen en la poesía
mientras
afuera llueve» (A. Pizarnik).
Me bajo
en el segundo piso y me sumerjo
en el
agua transparente y tibia;
me baño
entre peces anaranjados, peces luna.
Una
chica me explica que la marea
sube y
baja según se abran o se cierren las compuertas.
Bastón
y sombrero, la madre de la chica.
No
encuentro la bicicleta. Otra mujer
lleva
de la mano a una niña que lleva de
la mano
a un perro al que le sale un caparazón
y luego
unas púas de puerco, un hocico de oso
hormiguero
que me husmea.
Cable y
ganchos colgados del techo.
Me
cuelgo. Me pincho.
O un
ascensor que se convierte en tren
que ha
momentos se despega de las vías
y
vuelve a acoplarse. Se oyen las voces de
los
obreros que montan y desmontan el paisaje
amplio
de tierra removida, sin árboles.
Mujeres
tumbadas boca arriba conversan mientras
dormitan
en alemán. Beso.
Labios
marcados por los dientes. Asaltos violentos,
placenteros,
sin cariño; pero esos roces
«dispensan
del pavor» (A. Di Benedetto)
Eli
Tolaretxipi
Clapotis
Ediciones
Trea
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