viernes, 13 de septiembre de 2024

TRES POEMAS DE RAÚL NIETO DE LA TORRE EN EL RETRATO DEL URANIO

 





8



No volveré a llamar a un árbol árbol;

lo llamaré cerezo, almendro, puno,

enebro, roble, encina.

Si el destino de un hombre

está en su nombre, ningún árbol se llama solo árbol

sin partirse.

O buscaré el que solo sea un árbol.

Ni sauce ni eucalipto,

solo un árbol que acepte con mi fuego consumirse

sin nadie que lo sepa ni lo añore.

Una madera anónima

que ardiera en una anónima fogata

y fuera anónima ceniza que el viento esparce.

Ni limonero ni magnolio

ni higuera ni arce ni raúl,

solo un árbol sin fin que nadie llore.



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28



Un silencio menor, de humilde hierba

creciendo en tierra de gigantes...

¿quién haría entonces daño a quién?

¡Ojalá no pisaran esa hierba!

El guardián piensa

en un arco tensado y en un ciervo

que pasa distraído por la hierba y el olvido.

¡Ojalá no pisaran lo soñado!

Pero el ciervo

no elige dónde pisa

ni el guardián la madera de su arco

ni la presa la sangre del charco que se ensancha

en esa hierba y lo refleja.

La muerte se disputa con la prisa

qué salva de su víctima

o qué deja.



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38



Los gorriones se mueren cada día

de un giro inesperado.

A veces uno pasa junto a mí

y entonces soy su casa,

donde no morirá mientras lo miro.

No los matan:

se mueren los gorriones, de inocentes,

de grises, de aire extraño.

Se mueren, como yo,

de ser gorriones.

Pero también se salvan por lo mismo.

(Lo que no puede levantar un hombre

a veces lo levanta un niño).

Ved ahora el gorrión volando

y dadle nombre

y agua para saciar la misma sed

y pan para salvarse de lo mismo.




Raúl Nieto de la Torre

El retrato del uranio


Epílogo de Elvire Gomez-Vidal Bernard


Cuadernos de la Errantía


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