Una de las chicas me dijo que era de Santiago del Este-
ro. Entonces, por bromear un poco, le comenté entre risas
-Che, en las zambas y chacareras, ustedes viven can-
tándole a su región como si fuese el mejor lugar del mun-
do: “...pero a Santiago tan sólo muriendo olvidaré”, “pago
donde nací es la mejor querencia”, “Santiago que dejé, con
sus ranchos querido”. Acabo de atravesara toda la provincia
y me di cuenta de que en realidad, ¡no tienen nada!
Por supuesto, si ella en ese momento me hubiese man-
dado al carajo, habría hecho lo correcto. Pero no. Con una
sonrisa muy dulce y remarcando a propósito su tonada,
casi cantando, me respondió
-Precisamente, como no tenemos nada, nuestros poe-
tas dicen que hay que construirlo todo desde la poesía.
No sé si esa chica me dijo su nombre y ni siquiera
recuerdo si volví a cruzarla a lo largo de los dos o tres días
que duró el congreso. Nunca supe nada más de ella ni de
quienes eran esos poetas que citaba. Sólo puedo afirmar
que aquel encuentro y aquellas palabras que duraron
apenas unos segundos tuvieron el efecto de una revelación
que modificó para siempre mi relación con el lenguaje
y el mundo; todo lo que he escrito, de uno u otro modo,
está marcado por esa lección ética, poética y política. Este
cuaderno es sólo un intento de ubicarla explícitamente en
el centro de atención para efectuar ciertos experimentos y
sacar algunas conclusiones que tengan en cuenta resulta-
dos expuestos en volúmenes anteriores.
Mario Pablo Ortiz
Cuadernos de Lengua y Literatura
Ediciones Liliputienses
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