QUÉ oscuro hoy el puerto y qué rabioso
el cierzo. Por contraste, supongo, me imagino
con Thoreau por los bosques de Maine:
alces, lagos y ciénagas, naturaleza
casi virgen y el hombre en ella,
con ella. Aquí la misma soledad,
si bien helada. Es un cierzo legítimo,
pelado, criminal. Andando voy
por el puerto, lo llevo de cara,
pero no puede con mi gozo, radiante.
Me imagino a mi padre, que me arrulla
en su mirada candeal, en su honradez
callada. En el costado de los ulagares
merineros, por un portillo de cercado,
asoma un corzo y, con el paso esbelto,
ventea en su sigilo de espesura.
El cierzo, por la sierra, monologa;
oscuros los caminos. No me arrebatará
el goce, que por dentro voy.
Bajo un cielo purísimo me siento,
miro y miro la piedra como si pudiese
alcanzar su entereza, lo poco que me falta.
Fermín Herrero
Estancia de la plenitud
Editorial Pre-textos
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