lunes, 12 de junio de 2023

LOS AZULILLOS UN POEMA DE HENRY D. THOREAU EN POESÍA COMPLETA

 

 

 

 

LOS AZULILLOS

 

 

En medio del álamo

que se encuentra junto a nuestra puerta

pusimos una pajarera para los azulillos,

y confiamos

en que antes de que acabase el verano

acogiera a una pareja de paso.

Un caluroso día de verano

llegaron los azulillos

y se posaron en nuestro árbol,

pero en un principio los viajeros

se mostraron inquietos

pues tenían miedo de mí.

Parecían venir del lejano sur,

del mismo bosque de Walden,

y lo cruzaron con la boca abierta

empujados por invisibles fuelles.

Graznando sobrevolaron el risco,

y graznaron sobre el prado,

y sobre la tienda del herrero, y también

llegaron graznado hasta mí.

Llegaron y se posaron sobre la pajarera

sin mirar en el agujero,

saltando de un lado a otro

como si fuera una balanza.

Creo que nunca antes los había visto

ni ellos me habían visto a mí

hasta que decidí aguardar en nuestra puerta

y llegaron al álamo.

Con el tiempo construyeron su nido

y criaron una feliz camada,

y cada mañana piaban

cuando volaban hasta el bosque.

Así pasaban las horas del verano

para los azulillos y para mí,

cada hora era un día de verano,

tan plácidamente vivíamos.

Eran un mundo en sí mismos,

y yo un mundo en mí,

en el árbol eran felices

con su nueva familia.

Una mañana el viento

sopló frío y fuerte,

y ese crudo y borrascoso día

cuando las hojas se arremolinaban

los pájaros se prepararon para el largo viaje.

El viento boreal llegó tempestuoso del norte

y erizó su plumaje azul,

y así se lanzaron, aunque algo reacios,

por las viejas rocas del risco.

La tierra giraba incesante

con su manto del más puro blanco,

hasta que otra vez llegó la primavera

y el invierno se desvaneció.

Y yo vagué por la tierra húmeda,

y contemplé el cielo apacible,

sin embargo no recuerdo nunca antes

haber vagado tan atento.

Pues nunca antes estuvo tan queda la tierra,

y nunca tan clemente el cielo

el río, los campos, los bosques, y la colina

parecían arrastrar un largo suspiro audible.

Sentí el paraíso a mi alrededor

y la tierra bajo él,

como cuando corre un sonido entre espigas

que emociona de la cabeza a los pies.

Soñé que al despertar sería

un algo que apenas conocía,

no un ente sólido, ni una nada vacía,

sino una gota de rocío de la mañana.

Era el mundo y yo jugando al escondite,

como un hombre esquivaría su sombra,

una idea varada en la eternidad

entre Lima y Segraddo.

De pronto un débil graznido

sonó dulcemente en mis oídos

igual que a la llegada del sueño.

No alarmó sino que conmovió mi alma,

por mi mente brillaron extraños recuerdos,

distantes escenas desplegadas

como cuando acabamos de soñar.

El azulillo había llegado del lejano sur

a su pajarera en el álamo,

y abrió de par en par su fina boca

con la intención de cantarme.

 

 

 

Henry D. Thoreau

Poesía completa

 

Traducción de Beñat Arginzoniz

 

Ediciones El Gallo de Oro


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