lunes, 22 de noviembre de 2021

TRES POEMAS DE TEMPERO DE FERMÍN HERRERO

 

 

 

 

La tarde que se alarga. Nieva. La duración

en mí, que me desprendo y al cabo doy

en todo. Y solo. Aquí o allá

es lo mismo, inmediato. Ahora puedo

ver, alguien me prenuncia, el tiempo

me retiene más salvo que nunca, menos

transcurso, a salvo ya de su condena. Después

de tanta muerte natural, de tanta

pregunta, este consuelo, lo que no mueve

el mundo, la quietud, el olor de la tierra.

 

—HÚRGURA—

 

 

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Después de la riada, bajo el puente, hay

troncos de arbustos, lodo, plásticos, muñecas

y alguna bota suelta, como observo a menudo

con estupor en los arcenes. Más adelante, aneas

y verguizas, se ven hasta culebras, el agua

transparente que sueña el roce de la piedra

y la piedra que se hace guijarro, afila en su memoria

el ruido que traían los ramales de granizo

del nublado. La piedra y el agua. Lo que rueda

y lo que se arrebata. Los chopos hablan en la orilla

 

—CRECIDA—

 

 

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Acabará asomándose el árbol por encima

del muro aunque lo vayan dejando solo

los años y verá la luna llena sobre los almendros

en flor, subiendo desde el horizonte. Y aguantará

el jolgorio de los pájaros en el relumbre

postrero del otoño, dando por bueno

su regocijo en medio de la tristura. Será

justo y querrá que su desánimo sea luz

y mañana. Querrá su altura. La belleza

es tranquila, se ahínca, necesita reposo.

 

—CONJETURA DE BELLEZA—

 

 

 

Fermín Herrero

Tempero

 

Ediciones Hiperión 


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