LAS CHUMBERAS
LAS chumberas que flanquean la entrada de los pueblos han
sido siempre las guardianas de los signos. Cuando éramos niños,
hace unos minutos, las chumberas nos indicaban el camino. Por
eso nos quedábamos hasta tarde fuera, en compañía de los cha-
cales y de las estrellas. Por eso escondíamos las pequeñeces que
sisábamos ―un dátil, un higo seco, un cuaderno― en sus alcobas
de espinas. Cuando crecimos, sin saber cómo ni cuándo, sus flo-
res amarillas nos incitaron a abordar a las chicas que iban a la
fuente risueña, y nos jactábamos de las espinas que se nos clava-
ban en las manos. Cuando la flor se ajó y el fruto brotó, las chum-
beras se mostraron incapaces de repeler las armas del ejército
asesino. Pero siguieron siendo las guardianas de los signos: allí,
detrás de las chumberas, hay casas enterradas vivas, y reinos,
reinos de recuerdos, y una vida que aguarda a un poeta que no
se recree en las ruinas, a menos que el poema lo exija.
Mahmud Darwix
La huella de la mariposa
Traducción de Luz Gómez García
Editorial Pre-Textos
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