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Ha
vuelto la mujer de negro con su leche fermentada y sus olivos incendiados. Ha
vuelto con su lazo de profecía al cuello y trae entre sus manos una caja
arrepentida, recubierta por una patina de cosecha y sordina.
Dice haber avanzado a rastras,
respondiendo a ciegas hasta llegar aquí. Dice no tener linterna ni semillas.
Nada con lo que derribar el fracaso y la sombra. Apenas un traqueteo de huesos
primitivos.
Dice que el tiempo arrulla a los hijos
tristes. Dice vaciarse, dice temblor.
«Un
molino nunca pierde sus piedras», dijeron una vez.
Y siguieron ladrando los perros
en la noche aceitunada
y lustrosa.
La
mujer avanza con la mano repetida en la garganta, seña de identidad, con pasos
de cemento trasplantado, intentando dejar eso atrás. Contiene la esencia de
quien le permitió el latido; el latido aquí también es una verdad física. La
mujer de negro trae una caja arrepentida. Resbalan sus lágrimas, caen pesadas
como un animal herido y se filtran a través de la madera confusa. Es
trascendental esa caja.
Hay
una raíz dentro
y
está creciendo.
Paloma
Camacho Arístegui
La
huella
Ya
lo dijo Casimiro Parker
linda forma de escribir lo que se siente
ResponderEliminarun saludo y te dejo mis huellas desde Miami