La
balada de Rudolph Reed
Rudolph
Reed era de roble.
Su
esposa también era de roble.
Y su
dos buenas chicas y su buen hombrecito
Se
volvieron de roble mientras crecían.
«No
tengo hambre de bayas.
No tengo
hambre de pan.
Pero tengo
hambre, mucha hambre de una casa
Donde en
la noche un hombre en la cama
»Nunca puede
oír el yeso
Revolviéndolo
como si sintiera dolor.
Nunca
pueda escuchar las cucarachas
Cayendo
como lluvia gruesa.
»Donde
nunca la esposa y los niños necesiten
Ir
parpadeando a través de la oscuridad.
Donde
cada habitación de muchas habitaciones
Esté
llena de espacio.
»Oh,
que mi casa pueda tener este u oeste,
O norte
o sur detrás de ella.
Todo lo
que sé es que la descubriré,
Y
lucharé por ella cuando la encuentre».
Llenó
su solicitud
en una
calle de una blancura amarga.
Pues
Rudolph Reed era más de roble
Que
otros en la nación.
La
mirada fija y firme del agente
Corroída
por una sonrisa.
¿Por
qué tú, viejo negro, maldito viejo pesado,
Mueves
a tu familia aquí?
Rudolph
Reed apenas esbozó una sonrisa,
Apenas
articuló una maldición,
Pero se
mudó a su Casa. Con su pequeña y oscura esposa,
Y sus
pequeños tres hijos oscuros.
Un
vecino miraría con ojos de sorpresa
Apretujados
contra una rendija.
Pero
los Rudolph Reed y sus tres niños
Estaban
demasiado contentos para darse cuenta.
¿Por
qué no estaban seguros en su propio hogar
Con
ventanas por todas partes
Y una hermosa
escalera
Y un
patio en frente para flores y un patio atrás para pasto?
En la
primera noche, una roca, grande como dos puños.
En la
segunda, una roca tan grande como tres.
Pero
Rudolph Reed apenas articuló una maldición,
(Pues
como hombre podía ser de roble).
La
tercera noche, un estallido plateado de vidrio.
La
paciencia sufría por aguantar.
Pero él
miró y ¡he aquí! Un poco de sangre de la pequeña Mabel
que
manchaba su mirada tan pura.
Entonces
subió nuestro Rudolph Reed
Y apretó
la mano de su esposa,
Y fue a
la puerta con un treinta y cuatro
Y un
cuchillo de carnicero bestial.
Corrió
como un loco por la noche
Y las
palabras en su boca apestaban.
En el
momento de herir al primer hombre blanco
Ya
había dejado de pensar.
En el
momento en que hirió al cuarto hombre blanco
Rudolph
Reed estaba muerto.
Sus
vecinos se reunieron y patearon su cadáver.
«Negro
de mierda» Dijeron sus vecinos.
La pequeña
Mabel gimió toda la noche
Por
culparse a sí misma de ser la causa.
Su
madre con ojos de roble no hizo nada
Salvo
cambiar la gasa ensangrentada.
Gwendolyn
Brooks
Antología
de poetas laureados estadounidenses
(1937-2018)
Edición
de Luis Alberto Ambroggio
Traducción
de Luis Alberto Ambroggio
Vaso Roto
Poesía
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