la
muerte es un hecho diario
no hay manera
mi
caldera está llena de óxido vacío
nervio-hueco
no hay
manera sin espada ni metales
solo
ovejas esquiladas
solo
sangre en vena
solo
sangre envenenada que elogia al hueso
y lo oxigena
solo la
sangre en vez de nada
y el
hambre y los ciegos y los niños sin maneras
curioseé
desabrigada y quemé la herida
no hay
manera sin el óxido
intenté
congeniar con mi carne abierta
adaptarme
al oxidado músculo
alternar
ligamento al arte
esquilar
el amianto de mi fracturado cuerpo
de mi
escombro
pero no
hay manera
porque
no hay maneras sin arterias
las
arterias que oxigenan
—esas
locas de la casa
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los estribos de la tierra
son
aquellos oxidados huesos que en la vida nos dimos
nuestros
dedos
caballos
estériles de cinco patas
que
plantamos yermos en esta porción de piedra
—relinchar
equino por regiones
anatómicas—
hipocrático
animal que juraste en tu cruz más alta
la
ética de nuestro propio vacío
anatomía
del agarre
que con
esa misma gravedad nos grava
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el glaucoma orbita mi ojo
mientras
la brújula de mi nuca decelera su curso
lloro
metal argénteo para cicatrizar mi herida
y no
perder el progreso de mi cornea
—bonanza
de la fibra más nerviosa—
pero mi
gato aminora el mercurio de su pulso
y mi
mermada órbita mi retina
y su
ángulo
degradan
el iris en la hendidura de mi surco
no
advirtiendo en la ecografía
el
tiempo que tenaz se acerca al delirio
Nuria
Ruiz de Viñaspre
Órbita
cementerio
Luces
de Gálibo